Jesús dice a Josefa Menendez:
“Cuando los brazos de aquellos hombres crueles quedaron rendidos a fuerza de descargar golpes sobre mi Cuerpo, colocaron sobre mi Cabeza una corona tejida con ramas de espinas y, desafiando por delante de mi, me decían: `¿con que eres Rey, te saludamos!’ Unos me escupían, otros me insultaban, otros descargaban nuevos golpes sobre mi Cabeza, cada uno añadía un nuevo dolor a mi Cuerpo maltratado y desecho. ¿Y qué diré a tantas almas a quienes llamo a la vida perfecta, a una vida de amor, y que se hacen sordas a Mi voz? ¡Cuántas ilusiones, cuánto engaño hay en las almas que aseguran que están dispuestas a hacer mi voluntad, a seguirme, a unirse y consagrarse a mi. Y sin embargo, clavan en mi Cabeza la corona de espinas! ¡Pero cuántas resistencias! ¡Y cuántas decepciones sufre mi Corazón! ¡Cuántas almas ciegas por el orgullo, la des de fama y de honra, el deseo de comentar sus vanos apetitos y una baja y mezquina ambición de ser tenidas en algo se niegan a seguir el camino que les traza mi amor! Medita por un momento el indecible martirio de mi Corazón, tan tierno y delicado, al verse pospuesto a Barrabás. ¡Cuánto sentí aquel desprecio! Y ¡cómo traspasaban lo más íntimo de mi Alma aquellos gritos que pedían mi muerte!”