“Señor, perdóname si soy atrevido, pero te ruego me concedas este favor: no me dejes ni un día de mi vida sin decir la Misa, sin abrazarte en la Comunión. Dame mucha hambre de Ti, una sed de recibirte que me atormente todo el día hasta que no haya bebido de esa agua que brota hasta la vida eterna, de la roca bendita de tu costado herido. ¡Mi Buen Jesús! yo te ruego me concedas morir sin dejar de decir Misa ni un solo día.”