En 1330, un sacerdote fue a llevar la Comunión a un campesino enfermo cerca de Siena, Italia. Antes de partir, apurado y sin el debido respeto, colocó una Hostia dentro de las páginas de su breviario, que es el libro de oraciones de los sacerdotes. En el momento de la Comunión, abrió el breviario y vio que la Hostia se había convertido en una mancha de Sangre entre las dos páginas. Salió arrepentido y entregó el libro con las manchas de Sangre a un sacerdote agustino en Siena, que era muy santo. El sacerdote agustino escuchó al sacerdote irreverente en Confesión y llevó una página manchada de Sangra para la ciudad de Perugia y la otra para Casia. La página que estaba en Perugia se perdió en 1866, pero la página con la mancha de Sangre de Casia se conserva hoy y se venera en la Basílica de Santa Rita.