lunes, 3 de septiembre de 2012

Agonía de Jesús en el Huerto

Jesús dijo a Josefa Menendez: 

“¿Qué haría? ¿Retroceder? ¿Pedir al Padre que me librara de esta Angustia, viendo, por tantos, la inutilidad de mi Sacrificio? No. Me sometí de nuevo a su Voluntad Santísima y acepté el Cáliz para apurarlo hasta las heces. Todo para enseñaros, almas queridas, a no volver atrás a la vista de los sufrimientos y a no creerlos inútiles aun cuando no veáis el resultado. Someted vuestro juicio y dejad que la voluntad divina se cumpla en vosotros. Yo no retrocedí, antes al contrario, sabiendo que era el huerto donde habían de prenderme, permanecí allí. No quise huir de mis enemigos. ¿Qué haces, Judas? ¿Qué significa este beso? También puedo decir a muchas almas. ¿Qué hacéis? ¡Cuántas veces he de repetir estas palabras a las almas más amadas de mi Corazón! Alma querida, ¿por qué te dejas llevar de esa pasión? ¿Por qué no resistes? Pido que trabajes, que luches, que no te dejes dominar. Mira que el placer momentáneo que te proporciona es como los treinta dineros en que me vendió Judas, los cuales no le sirvieron sino para su perdición. ¡Cuántas almas me habrán vendido y me venderán por el vil precio de un deleite, de un placer momentáneo y pasajero! ¡Ah, pobres almas! ¿A quién buscáis? ¿Es a mí? ¿Es a Jesús a quien conocéis, a quien habéis amado y con quien habéis hecho alianza eterna?”